En nuestro Perú, país de las coyunturas, nuevamente ha salido a discusión un tema nuevo: la crisis del transporte urbano (y los miles de accidentes que causa). Hace unas semanas fue el de los movimientos sísmicos. Y nada cambia.
Salen rápidamente los abogados a proponer opciones legislativas de las más variadas. Desesperadas diría yo. La solución no va por ahí porque la Ley en el país de los irresponsables no sirve para nada. Es como un semáforo a media noche; nadie lo respeta.
Ojo, no digo que la Ley no sirva siempre, sería insurrecto contra el Estado de Derecho el sostener algo parecido. Me corrijo, o mejor dicho me aclaro; no sirve por el momento. Considero que debemos ir más atrás que fabricar leyes, crear delitos o normas que pueden ser muy buenas, pero que nadie contempla como vinculantes (obligatorias).
La solución está, desde mi concepto, en tomar conciencia. Solución mucho más compleja por cierto. También demora más, pero es eficaz.
La empresa de transportes debe de tomar conciencia en que no es conveniente que un conductor maneje catorce horas su vehículo sin descanso, pues puede chocar y causar un desastre. La policía debe de tomar conciencia de que no es conveniente dejar pasar a un conductor ebrio, pues puede causar un accidente. Luego de eso, solamente hay que aplicar la Ley, pero a veces – muchas veces – es muy tarde. La libertad viene con responsabilidad y hay que asumirla, eso es tomar conciencia.
He utilizado a propósito el término «conveniente» para señalar que no me refiero a un tema únicamente ético en los ejemplos del párrafo anterior. Pues es precisamente la conveniencia de los actos la que debe de guiar el razonamiento en casos como los señalados anteriormente. Me pongo en la situación de la empresa de transportes que deberá de contratar al menos un defensor en la hipótesis del conductor que cause un accidente. En el policía que deberá de trabajar de madrugada en la investigación de un accidente de tránsito. En fin.
Las bestias no solamente son los que conducen como locos haciendo carreras en una vía pública. También lo son quienes cruzan una carretera con criaturas debajo de un puente peatonal. Es igual de bestia el que no deja pasar a un peatón por una vía (claro, cuando este no cruce por el medio). Hay que mirar la viga en el ojo propio.
Dejemos la coyuntura. Prohibido prohibir.