Los libros de memorias que tienen puntos de contacto con el Derecho no son frecuentes en nuestro medio. Por eso la publicación de “Caiga quien caiga” (Editorial Planeta) de José Ugaz –con el cual no tengo ningún parentesco- no puede ser obviada.
Lo primero que habría que señalar es la manera en la cual Ugaz narra lo descrito en su libro. El autor explica que su primera interrogante fue cómo debía afrontar la tarea de relatar su labor en la Procuraduría Ad-Hoc para los casos de corrupción acontecidos en el gobierno de Fujimori. Una alternativa era proceder a un relato que tuviera mayor peso en lo jurídico y/o académico; la otra, era ofrecer un relato más testimonial, que acercara lo narrado a las memorias y que pudiera ser apreciado incluso por las personas que no tienen conocimientos jurídicos.
Ugaz elige la segunda opción, bridándonos un testimonio personal relacionado a las investigaciones y acciones legales que lideró en la Procuraduría más que un análisis legal de los procesos que se llevaron a cabo en tal dependencia estatal.
Pues bien, la ventaja de utilizar el recurso de la memoria o del testimonio es que Ugaz nos ofrece una lectura ágil, de confidencia, que atrapa inmediatamente al lector desde el primer momento. Ayuda a tal propósito la secuencia de actos de corrupción que son investigados y los personajes que aparecen involucrados en ellos (algunos todavía persistente en la actualidad política peruana habiendo sido hallados culpables o no de delitos), los cuales aturden por su nivel de podredumbre y por las sumas de dinero involucradas en los casos de corrupción.
Esta mirada de testigo directo, sin intermediarios, que nos ofrece el autor es bien lograda y termina por beneficiar el interés de lo narrado.
En contraparte, como desventaja del recurso utilizado, se presentan determinadas situaciones que pueden ser rebatidas por la posible subjetividad de la narración pese al empeño de plasmar en el papel la descripción más exacta de la realidad. Un libro de memorias apela al recuerdo, a la percepción más que al dato fático sustentado en citas o en documentos, lo que podría llevar –con total legitimidad- a que algunas personas discrepen de tales percepciones.
Precisamente, algunas personas citadas en el libro objetan las aseveraciones o conclusiones que el texto presenta en determinados casos (ello lo pueden apreciar en: http://revistaideele.com/ideele/content/mi-verdad-frente-la-de-ugaz-en-caiga-quien-caiga o https://idl-reporteros.pe/columna-de-reporteros-183/), aunque tal situación se matiza con el hecho que lo narrado puede ser confrontado con los expedientes judiciales y con las noticias que acompañaron los casos que se analizaron en la Procuraduría.
Sin embargo, pese a las inevitables discrepancias u objeciones que podamos tener frente a un libro que involucra temas espinosos y debatibles, consideramos que éste tiene la virtud de salir airoso de tales trances, ya que se trata de un relato transparente, nítido, que pretende reflejar –sobre todo- los pormenores de la investigación realizada a uno de los regímenes más corruptos de nuestra historia.
Ugaz describe las dudas, preocupaciones y logros que significó su labor –y la de su equipo- en la Procuraduría. También relata los intentos de las personas que querían sabotear su trabajo o favorecerse indebidamente a través de las normas de colaboración eficaz. Nos introduce dentro de los más sonados casos de corrupción que se investigaron (por ejemplo, el tráfico de armas), en los detalles de la captura de Montesinos y en las vicisitudes de la extradición de Fujimori al Perú.
Por otro lado, no he podido dejar de identificarme con algunas escenas familiares que se relatan en el libro, en las cuales el autor recibe los consejos de su progenitor y de la forma en cómo se enteró de su posterior deceso.
Asimismo, la insistencia por un marco legal que fuera pertinente y adecuado para las tareas de la Procuraduría (en especial, las normas de colaboración eficaz) refleja la seriedad asumida por el equipo liderado por el autor para enfrentar los retos de las investigaciones.
Pero quizá, lo más importante del libro, es la verificación de una realidad en la sociedad peruana, totalmente arraigada en nuestros medios políticos y en nuestras actividades diarias: la corrupción.
Adicional a los casos de atentados contra derechos humanos (totalmente injustificados y repudiables), los procesos e investigaciones más relevantes que pesan sobre el gobierno de Fujimori involucran escandalosos manejos del erario nacional que permitió que un puñado de personas, asociadas el régimen de turno, obtuviera de manera vedada inmensos ingresos.
Definitivamente, mientras uno avanza en la lectura, no deja de relacionar este libro con el estudio realizado por Alfonso Quiroz, denominado Corrupt Circles: A History of Unbound Graft in Peru (Washington, D.C. and Baltimore: Woodrow Wilson Center Press and Johns Hopkins University Press, 2008), que fuera traducido al castellano con el título de Historia de la Corrupción (editada por el Instituto de Estudios Peruanos y el Instituto de Defensa Lega).
Quiroz, desde una perspectiva histórica y utilizando en ocasiones fuentes diplomáticas (no muy usuales en nuestro medio), describe la larga secuencia de actos de corrupción que ha sufrido nuestro país y que tienen como cúspide el gobierno de Alberto Fujimori. De ese modo, el autor calcula que los recursos perdidos a causa de la corrupción equivalen al 3% o 4% del Producto Bruto Interno y ocasionaron un forado entre el 30% y el 40% del gasto público,
Ambos autores, con metodología y fines distintos, desarrollan la problemática de la corrupción que alberga lamentable nuestros gobiernos y nuestra historia.
En suma, un libro que vale la pena leer y que nos recuerda que los tentáculos de la corrupción aún se mantienen vigente en nuestro país y que tenemos la misión de enfrentarla desde el plano personal y desde el plano colectivo.