Estos días se ha anunciado la inauguraciónde la primera fase del Lugar de la Memoria, Tolerancia e Inclusión Social (LUM), concebido en un inicio como el Museo de la Memoria, que en teoría tendrá como objetivo difundir los hechos ocurridos entre los años 1980 y 2000, honrar a las víctimas y sus familiares y además estimular la reflexión sobre lo sucedido. Recordemos que sus orígenes se remontan al año 2009 y desde entonces ha habido conflictos como la renuncia del escritor Mario Vargas Llosa a la presidencia de la Comisión por el controvertido Decreto Legislativo 1097. Otro conflicto y sino el más importante se refiere al hecho de que si bien todos tenemos claro que debemos aprender del pasado para que “nunca más” no nos ponemos de acuerdo en la manera en que debería gestionarse la historia reciente del país.
En los debates sobre la memoria colectiva se ha hablado por ejemplo,de que no existe una memoria común sobre lo acontecido, por lo que no es deseable ni posible hablar de una memoria colectiva, otros creen que el tiempo y no la construcción de una memoria colectiva se encargará de reconciliar a los peruanos. Asimismo, se ha expresado el temor a que una memoria colectiva genere conflictos entre las memorias individuales (víctimas y las fuerzas armadas por ejemplo), además del costo político que representaría encender un debate de esa naturaleza. Pero¿De qué estamos hablando cuando nos referimos a la memoria colectiva en el Perú? ¿Es necesario tener políticas públicas de memoria?
Para hablar de memoria colectiva es primordial dar un salto cualitativo de la mera narración de los hechos a la explicación y comprensión de los mismos, no se trata de un simple recuento de hechos ni un discurso narrativo estático. La formación de la memoria colectiva es un proceso intencional de reconstrucción de lo vivido para comprender el presente[1] hablamos, de una construcción social y política, que no es pacifica porque evidentemente hay contraposición de intereses[2]. Estas tensiones y contradicciones la mantendrán vigente y favorecerán el aprendizaje colectivo. La memoria colectiva no surge por sí sola, necesita de políticas públicas de memoria que la fomenten, pero además son imprescindibles para este fin las políticas públicas de verdad y justicia para las víctimas.
Las políticas públicas de memoria son un conjunto de medidas políticas de carácter legal, social, cultural y educativo, instrumentadas desde el Estado, tendientes a la construcción de la memoria colectiva. Estas políticas públicas no solo se circunscriben al universo de las víctimas o al pasado, sino que abarcan a toda la población y ponen especial énfasis en entender cuáles fueron los factores históricos, institucionales y coyunturales que hicieron posible la duración y los niveles de crueldad que alcanzó el conflicto (CNDDHH 2014).Esto tiene mucha importancia en la medida en que el conflicto armado impulsó un interés por los resultados (al precio que fuera) y un cinismo sobre la política, que debilitó la conciencia de respeto por la vida y los derechos humanos en la población peruana[3].
Entiendo que la memoria colectiva no solo es una obligación moral del gobierno sino que es una condición necesaria para garantizar la democracia en el país. A pesar de elloy aunque no exista un acuerdo explícito para olvidar lo sucedido se ha tratado de “no recordar”, actuando como si el conflicto no hubiera existido. Así, pese al impacto inicial del informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación Nacional hoy en día no se trata más que de un documento simbólico que concentra el horror del pasado, pero que no logra despertar un interés memorial[4]. No existe la voluntad política de implementar políticas públicas de memoria, de justicia o de verdad, como resultado los medios de comunicación y la sociedad no se interesa en temas trascendentales como los avances en el tema de reparaciones o la investigación delos casos de personas desaparecidas.
Los objetivos del LUM son ambiciosos y por lo mismo difíciles de alcanzar con un hecho aislado como este. Está claro que se promoverán actividades culturales y académicas que permitirán el encuentro en torno a la memoria, la tolerancia y la inclusión social, pero si de verdad queremos lograr que los peruanos y especialmente las generaciones más jóvenes reflexionen sobre el pasado, lo comprendan y aprendan de él, hace falta mucho más que un espacio físico. Necesitamos un mayor acercamiento a nuestra historia, para eso necesitamos medidas educativas en el marco de políticas públicas de memoria, la participación activa de las asociaciones de víctimas, partidos políticos, asociaciones, ONGs, medios de comunicación, etc., fomentar las actividades académicas que permitan el debate y el intercambio de experiencias con académicos de otros países.
En conclusión, un lugar de la memoria, será un avance en la medida en que sea parte de y no un hecho aislado. Creo que el carácter confrontativo, reinvidicativo y de justicia, al que se refería de manera negativa la directora del LUM Denise Ledgard, son necesarios para la construcción de la memoria colectiva. Insisto, necesitamos analizar, debatir y reflexionar sobre la coyuntura que hizo posible el conflicto lo que indiscutiblemente nos remite a las desigualdades sociales que existían y que existen en nuestro país. Solo después de eso podremos hablar de buscar la tan anhelada reconciliación nacional.
[1] COORDINADORA NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. (2014). Informe Anual 2013-2014. Diez años del Informe Final de la CVR. Lima: CNDDHH.
[2] Pagliai, L. (Coord.). (2008). Actas del “Primer Seminario Internacional de Políticas de Memoria”, Buenos Aires, Octubre de 2008. Buenos Aires: Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Archivo Nacional de la Memoria y Secretaria de Derechos Humanos de la Nación.
[3] Stern, S. (Editor). (1999). Los Senderos Insólitos del Perú: Guerra y Sociedad 1980-1995. Lima: Instituto de Estudios Peruanos – Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga.
[4] Lira, E. (2010). Memoria y Convivencia Democrática. Políticas de olvido y memoria. San José de Costa Rica: FLACSO