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Control de fusiones: La perspectiva económica

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Uno de los campos en los cuales la ciencia económica ha avanzado más durante las últimas décadas es el entendimiento de cómo funcionan los mercados. Hoy sabemos, por ejemplo, a diferencia de los que señalaban los teóricos de las primeras décadas del siglo XX, que el resultado más probable de una competencia entre pocos participantes es que compitan ferozmente, no que se coludan; especialmente, si el premio es grande. Sabemos que inclusive en mercados en el que hay un solo participante, su interés por evitar la entrada de competidores lo incentiva a mantener los precios bajos (por eso es que, por ejemplo, el pan cuesta lo mismo en pueblos en los que hay una o varias panaderías). Conocemos también, especialmente en el Perú, cuáles son los problemas que genera la intervención del Estado en mercados competitivos: escasez del producto, lobbies para que los funcionarios tomen decisiones en cierta dirección, barreras artificiales a la entrada, corrupción, etc.

Sabiendo todo esto, ¿se justifica que el Estado intervenga en mercados competitivos para evitar que una empresa obtenga una “excesiva” concentración? Para responder esta pregunta, empezaremos por definir qué es un mercado competitivo. Un mercado competitivo es uno en donde ningún agente (comprador y vendedor) puede imponer precios o condiciones de compra permanentemente. Hay que tener en cuenta que la competencia no tiene que ser perfecta ni el precio reducido para que un mercado sea considerado competitivo. La condición necesaria y suficiente es que la voluntad de un agente pueda sustituir, de forma permanente, a la de los demás compradores y vendedores. De ello también se desprende que los desequilibrios temporales no causan que los mercados dejen de ser competitivos.

La teoría económica nos dice que los únicos mercados que no son competitivos son aquellos en los que se presentan fallas de mercado: monopolios naturales, externalidades o severas asimetrías de información. Sólo la presencia de alguna de estas fallas justifica la intervención del Estado en los mercados, pues la misma generaría costos mayores que los que se quiere reducir mediante la intervención. Es por ello que en el Perú, siguiendo estos preceptos, las únicas instituciones competentes para fijar precios son los organismos reguladores, y sólo en mercados monopolizados. Ninguna institución puede fijar precios en mercados competitivos.

¿Qué nos dice entonces la teoría económica sobre el efecto de las fusiones en los mercados competitivos? Que a menos que las barreras a la entrada a un mercado sean sustancialmente altas, ninguna fusión puede generar los efectos negativos que el control de fusiones quiere evitar, sin importar si la concentración parece “excesiva”. Si la empresa fusionada decide incrementar los precios para aprovechar su situación, el mayor margen atraería a nuevos competidores. Ello es, por ejemplo, lo que ocurrió luego que Backus adquiriera a sus rivales en el año 2000. Brahma y el Grupo Aje ingresaron al mercado atraídos por los mayores márgenes, y si bien Backus continúa siendo líder, la competencia en este mercado es bastante intensa. Ello, sin necesidad de intervención estatal.

A la luz de lo explicado, ¿se justifica la creación de un mecanismo de control de fusiones en el Perú? En mi opinión, solo en los cuatro sectores en los que se presentan monopolios naturales: telecomunicaciones, electricidad, gas natural, infraestructura de transporte y saneamiento. La presencia de monopolios naturales hace que las barreras a la entrada sean tan altas que mayores precios no atraerían competidores.

A quienes estos argumentos no los convencen, los invito a pensar: ¿cuántos mercados conocen que tengan problemas de funcionamiento y que ello se deba a la “excesiva” concentración (es decir, donde los problemas se solucionarían con cuotas de mercado más pequeñas)? A quien me cite tres, le invito un cebiche.


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