El 30 de mayo en Tarapoto, Fernando del Aguila, acudió a la peluquería donde trabajaba su ex pareja, Marisella Pizarro con un balde de gasolina, el cual lanzó sobre ella ocasionando que el local explote. Unos días después, Marisella falleció junto a Tirsa Cachique, la dueña del local, y el agresor, dejando a cuatro niños huérfanos. Fernando tenía tres denuncias por violencia intrafamiliar y una orden de alejamiento.
El 07 de julio, en plena vía pública, Rosa Astorima fue atacada por su ex pareja Paulino Hinostroza. Siete meses antes, Rosa lo había denunciado porque Paulino le desfiguró el rostro con el pico de una botella rota. En esta ocasión, Paulino le cortó las nalgas y las piernas e intentó degollarla. Rosa venía de una pericia psicológica acompañada de su hijo de 8 años cuando fue atacada. Paulino sigue prófugo.
Un día después, Anahí Flores fue asesinada de cuatro balazos por su ex pareja, Sandro Tomás de la Cruz, en Cañete. Anahí se había separado del agresor debido a sus continuos maltratos y Sandro fue a buscarla a la agencia bancaria donde trabajaba para matarla. De la Cruz tenía denuncias en el 2009 por violencia intrafamiliar contra otra mujer. Hoy está con prisión preventiva y viene recuperándose del balazo que los policías le dieron al capturarlo.
Tristemente, podríamos seguir porque en el Perú cada día una mujer muere o es víctima de tentativa de feminicidio y cada dos horas una mujer es abusada sexualmente, como ha sido señalado recientemente por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables[1].
Si bien hay avances normativos como la ley 30364 para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar, y la recientemente aprobada Ley N° 30609, que elimina los beneficios penitenciarios a los agresores sexuales, lo cierto es que el feminicidio y la violencia contra las mujeres no puede resolverse solo desde una perspectiva jurídica.
Por ello, es necesario entender que estos hechos se enmarcan en un contexto más amplio de violencia de género que ubica a las mujeres como víctimas mayoritarias de violencia sexual y de discriminación a todo nivel. Así por ejemplo, según recientes estudios del INEI[2] las mujeres ganan el 70,5% del ingreso de los hombres y, adicionalmente, dedican más tiempo que los hombres al trabajo no remunerado en el hogar el cual, no obstante, representa el 20% de nuestro PBI[3]. Es decir, la autonomía económica de las mujeres se ve afectada por esta realidad y en caso de que sean víctimas de violencia en el hogar, tienen enormes dificultades para escapar de esta situación.
Ahora bien, en el caso que logran denunciar estos hechos, esto no les garantiza que la situación cambie ya que, como demuestran los casos citados, las medidas de protección no son efectivas, no se hace un seguimiento apropiado de las denuncias y los agresores terminan asesinándolas. Como diría la abogada chilena Patsilí Toledo, pareciera que en materia de la violencia de género la “víctima perfecta” es la mujer muerta, ya que ante las denuncias previas de violencia intrafamiliar abundan las excusas o la inacción, pero solo cuando esa mujer se convierte en víctima de feminicidio es cuando se disipan las dudas de que nos encontramos ante un crimen.
Hay, por tanto, mucho por hacer y el punto central es destruir los estereotipos de género que se encuentran a la base de la mayor carga de trabajo no remunerado para las mujeres, en la violencia por parte de sus parejas y en la débil respuesta de las autoridades.
Para ello, urge continuar promoviendo el enfoque de género a todo nivel, contrarrestando la idea que las mujeres no tienen derecho a una autonomía que les permita tomar sus propias decisiones personales y profesionales, en las cuales la relación de pareja es una opción y no una obligación. Si esto no cambia, cada vez que una mujer decida ejercer su libertad, su vida estará en riesgo.
Esto se evidencia claramente en el video del feminicidio de Anahí Flores, cuando se escucha cómo el agresor le grita mientras le dispara: “Te he dicho que me quieras”. Ni el amor se exige , ni la violencia se justifica y, sobre todo, la libertad personal no nos puede seguir costando la vida.
FUENTE DE IMAGEN: Cristina Flores Pescorán, licenciada en la especialidad de pintura en la PUCP.
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[1] http://diariocorreo.pe/ciudad/violencia-contra-la-mujer-dos-mil-violaciones-en-el-ultimo-semestre-762987/
[2] INEI, Perú: Brechas de Género, http://www.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/publicaciones_digitales/Est/Lib1388/Libro.pdf2016
[3] http://rpp.pe/economia/economia/dia-de-la-mujer-ellas-aun-ganan-menos-que-los-hombres-en-peru-noticia-1035401