- Introducción: abogados y economistas
El AED no es una rama del derecho, sino un método que puede ser empleado para analizar dichas ramas en base a los instrumentos de la Microeconomía.
A pesar de que el Perú es uno de los países de nuestro continente en donde más se ha desarrollado y difundido dicho método –incluso dando lugar a primeras traducciones al español de artículos y libros[1]-, existen algunos inconvenientes que hacen que a muchos este método aún les parezca ajeno al derecho. El AED suele ser colocado en la esquina del salón de clase por su mal comportamiento.
El principal inconveniente que podemos identificar es su falta de comprensión. Normalmente solo se capta un “AED pop” que -debido a su supuesta superficialidad alegada por los críticos- no lograría simplificar con éxito una realidad que es tan compleja. Aquí, el uso y la utilidad de los modelos económicos son la oveja negra.
En un intento de superar dichos inconvenientes consideramos necesario pensar primero en la microeconomía. Los abogados ya conocen el derecho, lo que necesitan es conocer la microeconomía para comprender su relación con él. Estudiarlas ya mezcladas puede hacer difícil su internalización.
Es indispensable para los abogados saber qué estudian los economistas pues ya deberíamos empezar a hacer lo mismo con los psicólogos.
- Un “mapeo” incompleto pero útil de la microeconomía
La microeconomía se contrapone a la macroeconomía. La última estudia problemas generales de la economía como la inflación, el crecimiento económico, el desempleo, etc., mientras que la primera funciona como un microscopio que permite concentrase en los detalles, en relaciones más simples.
El estudio de la microeconomía puede dividirse en tres sectores[2]: (i) el comportamiento del individuo optimizador; (ii) el comportamiento de varios individuos optimizadores que interactúan entre sí, que dan lugar a las interacciones estratégicas; y (iii) la interacción de muchos individuos maximizadores, que dan lugar a las interacciones de mercado.
v El estudio de estos tres sectores busca responder a la gran pregunta de la microeconomía: ¿En qué condiciones la optimización individual conduce a resultados que son buenos para el grupo en su conjunto? Si yo hago lo que es bueno para mí, y tú haces lo que es bueno para ti, y todos hacen lo que es bueno para ellos, ¿cuándo los resultados son buenos para todos?[3]
I. El individuo optimizador
¿Cuándo somos individuos maximizadores?
Cuando tomamos decisiones que nos resultan más beneficiosas que costosas. Los lectores que se encuentran revisando el presente texto están maximizando su utilidad –espero-, porque prefieren leer un poco de microeconomía que leer otra cosa o ver una película en el cine.
La maximización no tiene que ver necesariamente con el dinero, sino con aquello que nos otorga más felicidad que perjuicio. Tan optimizador es el socio de un estudio de abogados como alguien que le gusta dormir todo el día. La optimización es un tema subjetivo: actuará de manera racional aquél que decida por una opción que le reporte más beneficios que costos.
Para ello, los sujetos responden a incentivos. Si una opción otorga más incentivos beneficiosos que otra, seguramente el sujeto opte por la primera. Los economistas están seguros de poder predecir un resultado en base a los incentivos que se encuentren presentes, o de hacer que los sujetos se comporten de cierta manera si logran implementar un adecuado esquema de incentivos. La presencia de los incentivos es determinante para predecir conductas, más aun si se tiene en cuenta que éstas responden a un afán optimizador.
Ahora, la optimización individual puede ser tanto perjudicial como beneficiosa:
- Es perjudicial cuando se presentan situaciones conocidas como las tragedias de los comunes, en donde todos quieren hacerse de los beneficios pero nadie de los costos. Esto explica desde el tráfico automovilístico hasta la contaminación ambiental. Seguramente no nos será raro escuchar que estos problemas están presentes en nuestra querida capital. En marzo del presente año, la Encuesta Lima Cómo Vamos señaló cuáles son los problemas ambientales más relevantes: la congestión vehicular (74%) y la falta de áreas verdes y árboles (40,9%), el nivel de ruido en las calles (35,4%) y el sistema de recojo de la basura (27,2%)[4]. Y como Lima no se quiere quedar atrás, a inicio de mayo fue premiada por la Organización Mundial de la Salud como la ciudad más contaminada de Latinoamérica por sus índices de contaminación del aire contaminado[5].
Realmente somos verdaderos individuos optimizadores, pero a su vez grandes generadores de externalidades que afectan a toda la sociedad.
También suele pasar lo mismo con la Selección adversa: los sujetos buscan optar por aquella opción que le sea beneficiosa pero paradójicamente terminan optando por la que les perjudica. Esto se explica en el caso del mercado de carros usados. Cuando vamos a comprar un carro usado, puede ser que compremos un joya (porque el carro está casi nuevo y a bajo precio), pero también puede ser que compremos un carro que realmente esté en mal estado (por eso se vende a bajo precio). Debido a la asimetría de la información, no sabemos cuál es el vendedor de la joya y cuál el del carro malogrado. Claramente, el vendedor de los carros en mal estado tiene todos los incentivos para no revelar información con el fin de obtener la mayor ganancia posible.
Debido a que los compradores no manejan esa información, decidirán por castigar el precio pagando menos. Pero ello puede producir que los vendedores de carros usados en buen estado salgan del mercado al no encontrar buenos precios por sus carros (porque ya no les resultaría rentable), lo que paradójicamente aumenta las probabilidades de que el comprador termine adquiriendo los únicos carros que queden a la venta, o sea los que están en mal estado.
Ante el castigo del precio por parte del consumidor debido a su falta de información, el vendedor del carro en buen estado no venderá su joya, lo cual es consecuente con su afán optimizador; mientras que el vendedor del carro en mal estado guardará la información con el fin de vender su carro a un buen precio, como si se tratase de uno en buen estado, lo que también es consecuente con su fin optimizador. En conclusión, el consumidor terminará cayendo en una selección adversa al comprar el carro en mal estado, lo cual nos lleva a una situación ineficiente.
Lo mismo suele pasar también con los oportunistas. Las personas oportunistas son aquellas que intentan extraer un mayor valor de su contraparte de manera indebida. Son aquellas que buscan hacerse de mayores beneficios de los que les corresponderían. Esta situación suele ocurrir en la contratación estandarizada[6]. Pensemos en el supuesto en donde el consumidor recibe un producto idóneo y sin defectos, pero que luego de haberlo usado de manera indebida reclama al proveedor que el mismo es defectuoso, y en consecuencia, pide el reembolso de su dinero. Si el proveedor no tiene cómo identificar si el consumidor es uno oportunista o no, deberá asumir el costo del reembolso pues su reputación en el mercado podría verse afectada.
Veamos el siguiente ejemplo[7]: todos sabemos que si vamos a un hotel tenemos una hora para el check out. Si nos quedamos más tiempo en el cuarto del hotel tendremos que pagar un monto adicional, sea por penalidad u otro concepto. Un consumidor podría quedarse en el hotel más tiempo de lo debido y alegar que no pudo salir a tiempo porque la comida servida en el mismo hotel le cayó mal o porque la ducha no funcionaba, etc. Si se tratase de un consumidor honesto, las causales alegadas serían razonablemente atendidas por el hotel y seguramente no le cargaría un monto adicional. Pero si se tratase de un consumidor oportunista, el hotel debería aplicar una penalidad con el fin de desincentivar comportamientos oportunistas. El problema se presenta cuando los proveedores no cuenten con mecanismos para poder distinguir a los consumidores honestos de los oportunistas.
Si el hotel tiene que asumir mayores costos debido al oportunismo de algunos consumidores, no le quedará de otra que elevar los precios, de manera que dichos mayores costos -producidos por los consumidores oportunistas- terminarán siendo asumidos por los consumidores honestos. Recodemos que los problemas de los proveedores son los problemas de los consumidores[8]. En este caso, la optimización individual tampoco nos lleva a buenos resultados.
- Pero no todo es malo en la maximización del beneficio. También puede producir muchos milagros: cuando la búsqueda de los beneficios individuales termina siendo beneficioso para todos. Esto es lo que Adam Smith llamó como la Mano Invisible, por el cuál trata de explicar que los sujetos al optimizar sus beneficios individuales, terminan promoviendo un fin que no era parte de su plan, que no sería otra cosa que el bienestar general.
Uno de los grandes milagros que puede explicar la microeconomía es la competencia, en donde, como consecuencia de que todos los vendedores quieren maximizar su propia utilidad, terminan generando precios más bajos para los consumidores. Sin lugar a dudas, podemos afirmar que todo lo que nos rodea es gracias a la maximización individual: desde el lapicero que estamos usando hasta la computadora que nos permite leer este artículo. Esto es gracias al comercio. A lo largo del presente trabajo se explicará con mayor detalle cómo la optimización individual puede arrojar buenos resultados para el conjunto.
¿Cómo se maximizan los beneficios?
Tomando en cuenta las opciones disponibles y eligiendo la más beneficiosa. Las opciones disponibles se explican a través de los árboles de decisiones, lo cual sirve para entender qué son los costos hundidos y el análisis marginal.
Para explicar el árbol de decisiones supongamos la siguiente situación: me compré un libro de Responsabilidad Civil. Dada dicha situación, optaré por determinada opción teniendo en cuenta los resultados.
Cuando tomamos decisiones -guiados por nuestro fin maximizador- solemos considerar las opciones disponibles y optamos por la más beneficiosa, para lo cual tenemos en cuenta los resultados. Es un error tomar decisiones en base a aquellos resultados que se presentan en todas las opciones, pues ellas son costos hundidos o irrecuperables, o sea, costos que ya fueron asumidos y que no se recuperarán, por lo cual no tiene sentido basar una decisión en costos irrecuperables. El hecho que hayamos gastado dinero es irrelevante al momento de tomar una decisión pues la misma no varía en ninguna opción.
Un costo hundido en la responsabilidad civil -en especial frente a los daños extra patrimoniales- es el daño fáctico sufrido por la persona. Lo que se resarce son las consecuencias económicas que deriven del daño, pero no el daño mismo ocurrido, que no desaparecerá como si nada hubiera pasado. La víctima que pierde una pierna, no va a recuperarla aunque le paguen todo el dinero del mundo. Puede ser que le pongan una buena prótesis y se convierta en campeón de atletismo, pero lo cierto es que el costo sufrido por la pérdida de la pierna ya ocurrió y es irrecuperable. La tutela resarcitoria es una manera de aliviar dicho sufrimiento pero no podría restituir la pierna in natura.
Ahora, imaginemos que optamos por leer el libro pues queremos aprender Responsabilidad Civil y ser un buen abogado. Tomada esta opción, podemos analizarla con mayores detalles. A esto se dedica el análisis marginal: busca enfocarse en los detalles de la opción elegida para compararla con opciones similares. Su objetivo es definir el “cuánto” de la elección tomada.
Ante tal situación cabe hacer la siguiente pregunta: ¿es la utilidad marginal de ser un abogado experto mayor que la utilidad marginal de pasar 3 horas más en facebook? La respuesta dependerá de lo que nos resulte individualmente más beneficioso, y ello se habrá logrado en términos marginales.
Téngase en cuenta que el análisis marginal es una comparación de situaciones similares para ver en cuánto varían los beneficios y los costos de dichas situaciones. No cabe, en nuestro ejemplo, analizar 15 horas de lecturas frente a 2 horas de lectura.
Gracias al análisis marginal podemos entender aquella afirmación muy conocida que dice que un productor seguirá produciendo hasta que el precio del producto iguale el costo marginal. Explicaremos dicha afirmación más adelante cuando veamos las interacciones de mercado, y podamos comprender cómo el análisis marginal puede explicar de otra manera la ley de la oferta y la demanda.
Como habíamos señalado al inicio de este mapeo, el estudio de la microeconomía puede dividirse en tres áreas: (i) el comportamiento de un individuo optimizador; (ii) el comportamiento de varios individuos optimizadores que interactúan entre sí, que dan lugar a las interacciones estratégicas; y (iii) la interacción de muchos individuos maximizadores, que dan lugar a las interacciones de mercado.
En esta primera parte hemos visto al individuo optimizador. En la segunda parte del presente artículo explicaremos las interacciones estratégicas, en donde veremos principalmente la Teoría de los Juegos; mientras que en la tercera y última parte explicaremos las interacciones de mercado, donde estudiaremos a los mercados competitivos y a la ley de la oferta y la demanda, como a otros conceptos relacionados.
[1] Vid. Epstein, Richard A. Reglas simples para un mundo complejo. Lima: Fondo Editorial PUCP y Ius et Veritas, 2005; Epstein, Richard A. Principios para una sociedad libre. Lima: Fondo Editorial UPC, 2003; Posner, Eric (editor). El Análisis Económico de Derecho y la Escuela de Chicago: Lecturas en Honor de Ronald Coase. Lima: Fondo Editorial UPC, 2002; Calabresi, Guido. Un vistazo a la catedral: cuando el derecho se encuentra con la economía. Lima: Palestra y Themis, 2011; Priest, George L. Reconstruyendo la libertad. Lima: Fondo Editorial UPC, 2011.
[2] Klein, Grady y Bauman, Yoram. Introducción a la microeconomía en viñetas. Barcelona: Debate, 2013, pp. 8.
[3] Klein, Grady y Bauman, Yoram. Introducción a la microeconomía en viñetas, Óp, cit., pp. 10.
[4] La República. “Lima: Congestión vehicular es su mayor problema ambiental”. Lima, 25 de marzo de 2014.
[5] El Comercio. “Lima es la ciudad más contaminada de Latinoamérica”. Lima, 07 de mayo del 2014.
[6] Escobar Rozas, Freddy. “Entendiendo el mercado: La contratación estandarizada como forma de mitigar los problemas de insatisfacción y de selección adversa”. En Súmar, Oscar (editor). Ensayos sobre protección al consumidor en el Perú. Lima: Fondo Editorial de la Universidad del Pacífico, 2011, pp. 270.
[7] Bebchuk, Lucian A. y Posner, Richard A. “One-sided contracts in competitive consumer markets”. En John M. Olin Law & Economics Working Paper No. 270, The University of Chicago, 2005, pp. 9-10.
[8] Escobar Rozas, Freddy. “Entendiendo el mercado: La contratación estandarizada como forma de mitigar los problemas de insatisfacción y de selección adversa”, Óp. Cit., pp. 278.


