Un periodista londinense, recordando el episodio de Bagua de aquel 5 de junio de 2009, ha escrito lo siguiente:
El Baguazo no fue un choque de civilizaciones, como argumentarían los acólitos de Huntington. No. El Baguazo fue, sencilla y trágicamente, la lucha entre unos que defendían su dignidad como personas y otros que pretendían seguir arrebatándosela. Eran palos y cuchillos contra pistolas y escopetas. Por eso era una lucha poderosa, porque era tan vieja e injusta como el propio mundo. Y por eso hoy, pasados cuatro años, sigue siendo una lucha que debemos seguir estudiando, para aprender sobre nosotros mismos, no sólo como pueblo (universal), sino también como personas.[1]
Comparto en parte su interpretación. En realidad sí se trató de un “choque de civilizaciones” o “choque de culturas” (aunque no somos acólitos de Huntington), pero, al mismo tiempo, se trató de un conflicto de palos y cuchillos contra pistolas y escopetas.
La muerte de los 10 civiles, y los 24 agentes policiales, sumado un desaparecido y cientos de heridos, se debió por un choque de “civilizaciones” o de concepciones culturales diferentes. ¿Qué puede entenderse si justo unos atacan en nombre de la autoridad del gobierno central y su “civilización” buscando desalojar a los otros pero, a su vez, estos otros consiguen reaccionar a través de su “civilización” capturando un grupo de los primeros y dándoles muerte?
El caso Bagua refleja el choque de dos grupos humanos y dos grupos culturales que a la fecha no alcanzan a entenderse mutuamente. De un lado tenemos a los ciudadanos identificados con el gobierno central de aquel año 2009 (incluido su Presidente de la República y su Ministra del Interior protagonistas de la confrontación) y, de otro lado, tenemos a los ciudadanos identificados con las comunidades o pueblos originarios o indígenas (donde destacan los Aguajún y los Wampís que tuvieron una principal participación en las protestas).
Dentro de esta relación cultural también existen, al menos, dos derechos o sistemas jurídicos que chocan y tampoco se entienden. De un lado se encuentran las reglas, los procedimientos y los principios que identifican a los ciudadanos del Gobierno Central o el Estado, y de otro lado tenemos las reglas, los procedimientos y los principios que identifican a los comuneros de aquellas comunidades o pueblos. Es cierto que estos derechos en determinados momentos o a través de determinadas necesidades jurídicas se vinculan, interactúan y se complementan, pero también se rechazan. La muerte de los agentes policiales de aquel 5 de junio se debió a un “derecho de venganza” practicado por uno de los sistemas jurídicos (el no escrito) y que no pudo ser entendido (¿adrede?) por las autoridades del otro sistema jurídico (el de los códigos).
De otro lado, la confrontación de palos y cuchillos frente a las pistolas y escopetas explica las diferencias de recursos de estos grupos humanos. Unos poderosos, con capacidad de cambiar leyes, firmar tratados internacionales de libre comercio e imponer su autoridad vertical; los otros, sometidos históricamente, pero también olvidados u omitidos, sin capacidad de transmitir su opinión a toda la ciudadanía o audiencia interesada sobre cuán grave son esas leyes y tratados contra ellos.
Unos con capacidad de decidir por los otros, y los otros sin capacidad de negociar a través de una simple consulta previa. Unos que defienden su dignidad al lado de su medio ambiente, los otros que defienden una dignidad diferente al lado de intereses económicos.
¡Qué difícil es entendernos cultural y jurídicamente, y qué difícil es superar los abusos y esa desigualdad!
Por ello, evocar el caso Bagua a 4 años de sus lamentables resultados es un llamado para que los abusos y esas diferencias culturales y jurídicas se superen. Evocar Bagua significa recordar esos abusos y diferencias colocándolos nuevamente en agenda para que el actual gobierno comprenda que nunca debió procederse como lo hizo su anterior. Evocar Bagua significa además recordar que aún está pendiente sancionar a los principales responsables de los hechos: las autoridades que dieron la orden de desalojo y no siguieron los acontecimientos sin impedir la muerte de los agentes policiales.
Como escribe el periodista citado, el conflicto Bagua ha sido y es una lucha poderosa. Es una lucha que resume los grandes problemas nacionales pendientes de resolver por la falta de comunicación y entendimiento, pero también por la falta de imaginación de los miembros de esos dos mundos de nuestro país: el de los ciudadanos del gobierno central del Estado y el de los ciudadanos comuneros alejados que viven aún sin presencia del mismo Estado.
[1] Ángel García Catala: “Recordando Bagua” o “Bagua no era esto”,en: web historias sin noticias, http://historiassinnoticia.tumblr.com/, 5 de junio de 2013 (visitado el 6/06/2013), o en Infodiario Nro. 182, del 6/06/2013, obtenido del web La Otra Mirada, www.otramirada.pe(visitado el 6/06/2013).