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Buscando evitar una situación de desastre en la Educación Superior.

En el año 1996 el gobierno central promulgó el Decreto Legislativo Nro. 882, Ley de   Promoción de la Inversión en Educación, a través del cual se han constituido cerca de 80   universidades-empresas hasta el año 2013. Estas son universidades con fines de lucro   dirigidas por inversionistas o promotores capitalistas. Han transcurrido más de 15 años y   dichas universidades si bien han ampliado la cobertura de profesiones y número de   estudiantes, no han demostrado eficiencia académica, y, por el contrario, se les identifica,   salvo excepciones,  como “universidades-estafas” que propician la entrega fácil de títulos   universitarios que, a su vez, no son aceptados en el mercado laboral generando una   situación de desastre en la educación superior del Perú. ¿Qué explica que el interés de   lucro no haya funcionado en el mercado de la educación superior de nuestro país a través   de este modelo de universidad-empresa?

Algunas respuestas son las siguientes:

1. La educación superior, y más precisamente la educación universitaria no puede estar sujeto a un interés de lucro.

La producción de conocimiento o saberes no está determinado por el dinero. Si bien los tres objetivos principales de una universidad que son enseñar, investigar y proyectar socialmente su contenido, requieren siempre de un presupuesto, éste no determina la calidad y sostenibilidad de los mismos. Por ejemplo, si un proyecto de investigación requiere de 100,000 nuevos soles para su ejecución, el éxito de dicha investigación no está determinado por ese monto de dinero, sino por la calidad, compromiso y sentimiento académico del investigador y las personas vinculadas al proyecto de investigación. Es más, el  resultado del proyecto de investigación una vez ejecutado no es dinero en sí, sino conocimiento. ¿Cuándo de este conocimiento puede comercializarse bajo las reglas del mercado? es un problema posterior. El conocimiento en sí está en el equipo de investigación y las personas, animales o cosas con los que se trabaje, así como en el producto de dicha investigación. Todos es invalorable: vale más que todo ese monto de dinero o, simplemente, vale nada.

2. La educación universitaria, como todo tipo de educación superior, depende de una organización académica denominada comunidad universitaria integrada por profesores, estudiantes y personal administrativo. Los promotores capitalistas de una universidad-empresa se integran al personal administrativo pero no pueden estar por encima de profesores y estudiantes.  Son un apoyo importante para sostener esa organización académica pero no la pueden sustituir. De ahí que controlar a los profesores y estudiantes bajo el dominio del capital o del interés de lucro produce la inercia de la universidad o su extinción. Una universidad controlada por el interés del lucro es una empresa o corporación mercantil, ya no un centro de conocimiento o saberes; ya no una comunidad que promueve el desarrollo de escuelas del conocimiento donde profesores y estudiantes de encuentran, aportan aprenden y se suceden.

3. La educación universitaria requiere de autonomía pero basada en la producción del conocimiento y la organización académica. Nunca esa autonomía puede estar basada en el dinero, el interés de lucro o el dominio de un promotor capitalista. El fracaso conocido hasta hoy de las universidades-empresas es porque se ha confundido autonomía universitaria con dirección empresarial. Por ejemplo, ¿qué autonomía (relacionada con la libertad de cátedra) puede tener un profesor universitario si su contrato, estabilidad laboral y salario depende de los intereses del promotor capitalista o del interés de uno o un grupo de estudiantes que puede exigir un determinado ritmo de exigencia y definir la situación del profesor a través del mismo promotor capitalista?

El interés de lucro prioriza ingresos monetario, cantidad de estudiantes y entrega de títulos o diplomas por doquier  no importando la calidad en la formación universitaria. No hay prioridad por la formación integral de los estudiantes, por el desarrollo de proyectos de investigación de profesores y estudiantes, y, menos aún, por la proyección o responsabilidad social universitaria.

Las universidades-empresas utilizan el interés de lucro para acumular dinero y, de ahí, favorecer a determinados políticos o personas de su entorno, dándoles la gracia de ser vicerrectores con sueldos fabulosos o financiando sus campañas políticas. Al final se forma un círculo vicioso: los estudiantes acceden a títulos fáciles a cambio de una pensión que sirve para acumular y favorecer los intereses de los promotores de dichas universidades.

Ante tal situación cabe un aprendizaje para evitar el desastre de nuestra educación superior. Si las universidades-empresas no se constituyen en promotores del conocimiento y no se rigen bajo una organización académica, es conveniente que dejen de ser universidades. En tal sentido  es legítimo que haya una supervisión desde fuera de dichas universidades. Esta supervisión corresponde  a la Sociedad o sus representantes antes que a las autoridades del Estado. Esto por una sencilla razón: la universidad se debe a la sociedad y es a ésta a la que pretende servir.

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