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Escrito por Consuelo Vega Vicente[1]

Es bien sabido que, Gabriel García Márquez, en la infinitud de su realismo mágico, traduce entre letras una realidad que hará ceder el entendimiento hasta del más incrédulo lector. Permitirá vislumbrar en cada poema, cuento y novela cómo este genio literario enlaza y comprende de manera completa y compleja una multiplicidad de saberes e ideas. Percibiremos cómo este autor nos dibuja realidades notables entre sus trazos vertidos de poesía, versos que esbozan más que simples sutilezas, donde se trasluce una realidad que pide a gritos ser notada, oída y mejorada.

El discurso que trajo para nosotros al conseguir el Premio Nobel de Literatura no fue ajeno a esa hazaña de dibujar el mundo en letras, volverlo poesía e intentar que por lo menos así entendamos la extensión de nuestra agonía. De hecho, podemos tomar como primera referencia de ello, aquel instante cuando Márquez se atreve a pensar en lo siguiente:

Es esta realidad descomunal, y no solo su expresión literaria (…) Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte (García Márquez, 2012, p. 11).

Así, podemos percatarnos que, por medio de la literatura, este genio de las prosas y los versos busca esbozar con sutileza su preocupación por América Latina y como esta venía siendo vista, afectada y destruida; y es que resulta imposible negar el hecho de que “América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío” (Ibídem, p. 12). No tiene por qué sobrellevar un peso más intenso que el desprecio y desconsuelo latente desde hace siglos, donde los conquistadores no han logrado ser más sagaces y actuar de maneras más oportunas que los últimos gobernantes latinoamericanos que han representado a muchas generaciones y les han negado la oportunidad de sentirse “con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria” (Ibídem, p. 13).

Es entonces que, a partir de las ideas que nos brinda este nobel literario, habremos de enlazar y empezar a cuestionar cómo nuestro país ha caído en una soledad más inmensa que aquella que rodeaba hace años a América latina, entender cómo aún no hemos logrado desatar aquel nudo que solo ha seguido condenando nuestras estirpes a cien años de soledad. Es notable cuán difícil ha sido para cada peruano el predecir nuestra muerte pese a estar ya anunciada, o a no poder sostener nuestra identidad y amor en estos tiempos del COVID-19. Bastaría tomar una porción espacio-temporal para notar las peripecias que emanan de nuestra república y el cómo nuestros gobernantes no han hecho más que mantener aquel “delirio áureo de nuestros fundadores” (Ibídem, p. 10), donde “el desafío mayor para nosotros ha sido superar la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida” (Ibídem, p. 11).

Sabemos bien que nuestra República tuvo un surgimiento distinto y a la inversa, notablemente diferente a la dación de la independencia de muchos otros. Y es que, cómo pasar por alto aquel vacío existente, además de entender que el enmarcar dentro de un mismo territorio a todo un grupo de individuos que aún no lograba sentirse completamente parte de él, iba a desembocar en lamentables hechos históricos. Cómo no comprender que cada peruano en aquella época no tomaría algo como suyo cuando ni siquiera tenía conocimiento pleno de su existencia. Cómo no prever que dicho desconocimiento, definitivamente, conduciría en prima facie a entender todo como una negativa que, traducido y ampliado sistemáticamente, se trasluciría de manera inimaginable en distintas crisis económicas, sociales y políticas, aquellas que formarían un cúmulo de constantes históricas; que se repetirían una y otra vez, haciéndonos pendular de manera tan desalentadora entre crisis constantes, personajes desagradables, decisiones desventuradas y poesías lastimadas.,evidenciando así:

(…) la incongruencia de un Estado Nación que no representaba ni expresaba las aspiraciones de la gran mayoría de sus súbditos, extraños a esa específica definición de nacionalidad. Y el problema de una identidad nacional que no se expresaba en la cultura formal; frente a una cultura formal que se proponía como identidad, pero que desconocía la multiplicidad de las tradiciones populares y se desarraigaba cada día más. (Matos Mar,1984).

En ese sentido,a pocos meses de asumir 200 años de libertades prometidas, pero con muy pocas realidades cumplidas, surge la preocupación de analizar por qué muchos pseudo políticos siguen intentado generar los mismos espacios repetitivos con discursos desgastados. Donde aducen a un implemento de cambios articulados y ahondan simplemente en propuestas y cambios anticuados; aquellas políticas que ya aplicadas con anterioridad, no han hecho más que acrecentar las inmensas desigualdades económicas y sociales. Trayendo como único resultado que en su repetitivo discurso político “democrático” y superficial en la práctica, se vislumbre, sin duda alguna, aquella superficie herida que década tras década buscan escondernos. Podemos notar, entonces, cuan amplio quieren que siga siendo el tamaño del nudo de nuestra soledad; nudo que, hasta el día de hoy, mantiene cautiva a nuestra libertad.

Sumémosle a ello, la mirada ligera y la decisión efímera que tiene nuestro entorno político congresal, donde en vez de quitar aquel discurso secular, termina por acompañarlos. Analicemos cómo nuestros “galantes” y “galardonados” padres de la patria insisten en construir legislaciones oportunistas y asistemáticas, que no han hecho más que sumir en más caos a una población que tiene como principal ente latente, el sufrimiento. Resulta curioso cómo pregonan un discurso donde la justicia se ve involucrada en primera instancia, pero que a su vez se intenta imponer como una suerte de poder; donde en vez de buscar métodos distintos que puedan ser aplicados, de manera tal que involucre a las distintas realidades, puesta en ejercicio por medio de condiciones diferentes, requeribles y necesarias, hayamos terminado por tener que ajustarnos a normativas homogenizantes que niegan aquello que en campaña se les permite pregonar: sus diferencias enriquecedoras. Aunque:

Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. (Gabriel García Márquez, op. cit)

Entonces, sabiendo lo pertinente que resulta entender de que solo desdibujando la utopía vilmente creada, habremos de notar todos los infortunios que embadurnan a nuestro Estado, aquellos, que representan una basta variedad, de la cual el presente escrito solo ocupará 3, instaremos a forjar pasajes cada vez más sólidos en miras de consolidar una República que pide a gritos silenciosos, ser oída. Es así que expondremos al fallido intento de una correcta descentralización, la indudable crisis y precarización institucional –la cual se ha convertido en la causa de muchas otras deficiencias– y como si todo ello bajo nuestros hombros bastara, tenemos la enorme crisis gubernamental que durante cada periodo nos dibuja aún más el desgastado panorama de nuestra democracia.

Ahora bien, según lo expuesto en el año 2006 por la Agenda de la Descentralización realizada por el “Grupo Propuesta Ciudadana”, la descentralización además de haber tenido que significar de manera notoria una de las promesas que auguraban una correcta transición democrática, tenía por objeto acabar con el centralismo y subsanar aquellos desequilibrios entre Lima y las regiones, que afectaban de manera directa la calidad y las condiciones de vida de todos los peruanos. Esto sustentado bajo el hecho de que la concentración del poder político y económico en la capital era un grave problema estructural que definía de manera errónea al Estado, la economía y a la sociedad en su conjunto.

La descentralización, por tanto, se presentó como un proyecto de gran envergadura, lamentablemente, 20 años después constatamos la frustración de esa promesa y de las expectativas que ella generó. Vivimos hoy, en efecto, el bloqueo y el retroceso de todas las reformas emprendidas, y es que como indica la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) en el estudio realizado el año 2017 por Integración: Instituto de Análisis y Comunicación, “las desigualdades que genera una mala descentralización en un país, generan a su vez una desigualdad de recursos dentro del territorio, siendo no solo una percepción de la ciudadanía” sino que como lo expone nuestro actual ministro de Economía y Finanzas, Waldo Mendoza en una entrevista al diario Gestión, “la idea era que los gobiernos regionales y locales, al estar más cerca de su población, puedan administrar mejor los recursos, pero la evidencia parece mostrar que ese fin no se ha conseguido”. Las causas son evidentes y resultan expuestas a manera de mejoras en los informes anuales de descentralización, que no hacen más que afirmar la existencia de una ineficacia latente en un sistema de inversión el cual no ha logrado coordinar bien entre sus niveles de gobierno, ello unido a leyes orgánicas de gobiernos regionales y de municipalidades que mantienen competencias “compartidas” sin delimitar funciones específicas, ha dado como resultado que todos los niveles de gobierno pueden hacer prácticamente todo o todos dejar de lado funciones que no generan contratos –ya sea de inversión o de compras de bienes o servicios–; conllevando a no poder establecer una correcta relación entre los proyectos de inversión y los planes de cada organismo descentralizado. Esta asincronía no hace más que mostrar la deficiencia de capacidades de gestión, los incontables problemas de fiscalización y transparencia que acarrea, y que sin duda alguna terminan por hacernos caer en la presencia de corrupción; donde, en vez de proveer servicios públicos de calidad a nosotros los administrados, solo nos otorguen una gestión deficiente y obsoleta al momento de intentar satisfacer los miles de necesidades de los millones de peruanos en pro del bienestar social.

Por ello, “es inevitable señalar que la crisis institucional que afecta la gobernabilidad del país es directamente proporcional al escaso interés que los gobiernos han puesto en promover y privilegiar como interlocutor a las instituciones sociales” (Bernales, 2016). Generando así la existencia de una extendida desconfianza hacia las instituciones y/o autoridades, lo cual explica el por qué gran parte de las autoridades electas en los niveles local, provincial, regional y nacional, se encuentran actualmente inmersas en procesos de investigación, con una sentencia ya interpuesta y otros incluso ya encarcelados por diferentes delitos asociados a la corrupción.

Conllevando este tipo de situaciones “al vaciamiento de sentido de la política, que se percibe cada vez más instrumentalizada por los grupos de poder económicos y políticos para sus fines particulares”, ocasionando con ello que “la política deje de ser un canal legítimo para la representación de las necesidades y demandas de la ciudadanía al mismo tiempo de perder su capacidad de representarla” (COEECI, 2018).

Entonces, aquella democracia representativa que debía de instituirse como aquel principio que articula la correcta relación entre gobernantes y gobernados, se haya transformado en un matriz potencial de un desequilibrio, la cual tiene una enorme dificultad al momento de intentar generar consensos entre las mayorías y minorías parlamentarias; solo ha demostrado que “la democracia en Perú se ve cada vez más asediada por fuerzas que la precarizan y atentan contra sus fundamentos, restándole la legitimidad social que constituye su sustento” (Ibídem), ocasionando así una erosión de legitimidad y el desvelo del espejismo de una democracia insipiente. Tal como señala Nycolás Lynch en su artículo La Gobernabilidad como Problema de la Democracia tiene dos dimensiones:

Una, la primera y fundamental, es la dificultad para representar. Más allá de los mecanismos específicos, llámense elecciones o controles, el deterioro del vínculo entre representantes y representados y el deterioro de la relación entre los actores políticos mismos (…) La otra es la dificultad para gestionar. Si no hay eficacia representativa, muy difícilmente vamos a tener eficacia administrativa. Sin representación, la institucionalidad política aparece, definitivamente, como un fenómeno alejado de la población, y la función administrativa como una cuestión ajena a sus intereses. La institución entonces es precaria, no principalmente por sus reglas o su estructura, sino por la debilidad de los actores que la conforman.

Entonces, entendiendo la magnitud de nuestro naufragio en soledad, se erige por fin el momento de hacerles a entender, a todos y cada uno de los partícipes del repetitivo y melancólico discurso nacional, que no pueden volver a intentar callar a miles de voces que, a través de su espíritu clarificador, lucharon y aún hoy en día lucharan por una patria más humana y más justa. Una que busca mejorar su mundo, su historia y a su vez el modo cómo encontramos viendo a nuestro compatriota; en la cual se habrá de recordar nuevamente que “el Perú fluctúa de la expansión a la contracción en el juego de procesos históricos continentales o mundiales, siendo la historia un componente importante de esa dinámica y no un simple detalle, ya que implica más que cultura general, un soporte” (Rosas, 2020). El tener presente ello influirá en la manera cómo nos estamos dejando gobernar y cómo estamos aportando a nuestra comunidad. Y aunque definitivamente el camino nos lleve por pasajes tormentosos, seguimos cuestionándonos:

¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? (García Márquez, 2012, op. Cit, p. 12).

Haremos de aquellas cuestiones, directrices cardinales que reforzaran el largo camino que aún tiene que sobrellevar nuestra realidad, aportaremos en grados significativos a un mejor constructo social que beneficiará de manera notable a las diversas ramas sociales del estudio; y aunque, muchos “abuelos olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo” (Gabriel García Márquez, Op. cit, p. 12). Nos toca hacerles recordar aquel pasado y no tentarlos a repetirlo en el futuro.

Finalmente, exhortamos a nuestras autoridades a tener como principal acción a ejecutar, a fin de fortalecer nuestra democracia, institucionalidad, correcta distribución y compenetración social, no solo la dación de normas generadoras de obligaciones y normas procedimentales, sino también prioritariamente una demanda de formación de un equipo profesional de alta especialización, con voluntad de realizar carrera pública en beneficio social, que tenga miras de un cambio direccionado a la utopía contraría; al que se le otorguen condiciones idóneas para su realización. De manera tal que el Estado pueda romper así el círculo vicioso por el cual ha perdido tanto aprendizaje gestado en varios años de historia y ejercicio de la función, y logre transformarlo por fin en el momento idóneo de descifrar el pergamino, liberar a nuestras estirpes, de ser los que somos entre versos y de empezar a querer al Perú por lo que es y siempre ha sido: nuestro.

 Referencias

Bardales, E. (12 de diciembre del 2016). Notas sobre la crisis de las instituciones, por E. Bernales. El Comercio. https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/notas-crisis-instituciones-e-bernales-153100-noticia/

COOECI. (2018). Desarrollo y Democracia en el Perú: Contribución de la Cooperación Internacional y Rol de las Organizaciones de la Sociedad Civil. Ymagino Publicidad S.A.C. http://www.coeeci.org.pe/wp-content/uploads/2018/08/desarrollo-democracia-peru-coeeci-2018.pdf

García Márquez, G. (2012). La Soledad de América Latina. Revista De La Red Intercátedras De Historia De América Latina Contemporánea1(1), 9-13. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/RIHALC/article/view/8319

Gestión. (25 de febrero de 2021). La descentralización en el Perú no ha cumplido su objetivo, advierte ministro Mendoza. Gestión. https://gestion.pe/economia/la-descentralizacion-en-el-peru-no-ha-cumplido-su-objetivo-advierte-ministro-mendoza-nndc-noticia/

Grupo Propuesta Ciudadana. (2006). Cuaderno Descentralistas N°18. Lettera Gráfica S.A.C. http://www.propuestaciudadana.org.pe/sites/default/files/publicaciones/archivos/cuaderno_18.pdf

Lynch, N. (2003). “La gobernabilidad como problema de la democracia”. Revista del Instituto de Defensa Legal. No. 152. http://www.idl.org.pe/idlrev/revistas/152/pag11.htm#_ftnref1

Matos Mar, J. (1984). Desborde Popular y Crisis del Estado. Instituto de Estudios Peruanos.

Ricarlde, F. y Deza M. (2017). 79% de peruanos percibe que los recursos no se reparten de manera equitativa en el territorio: Nuevo Gobierno recibe una Descentralización Incompleta. Integración: Instituto de Análisis y Comunicación http://www.integracion.pe/79-percibe-que-los-recursos-no-se-reparten-de-manera-equitativa-en-el-territorio/

Rosas Moscoso, F. (2020). Reflexiones sobre la historia del Perú fuera del Perú. Tradición, Segunda época, (18), 150-153. https://doi.org/10.31381/tradicion.v0i18.2669

Tribunal Constitucional del Perú. (2006). Sentencia recaída en el expediente N. ° 0030-2005-AI/TC. Principios constitucionales generales, Caso Barrera Electora. https://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2006/00030-2005-AI.pdf


Imagen obtenida de https://bit.ly/3a0oJPF

[1] Estudiante de IV ciclo de la carrera de Derecho en la Universidad Nacional de Trujillo. Miembro activo del Círculo de Estudios Logos y Ethos en el área de Publicaciones.

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