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*Escrito y traducido al español por José Chaman

¿Fue cierto lo que se dijo? ¿Era cierto que allí, en ese pequeño pueblo de Huanta, los aldeanos habían matado a cinco terroristas? Estas fueron las preguntas que se hicieron los periodistas. No podían creerlo, ya que era posible que los aldeanos fueran capaces de derrotar a los sanguinarios partidarios de Sendero Luminoso, ¡esto era un hecho digno de portada!, ¡noticias como ninguna otra! Con ese anhelo, los periodistas se dirigieron a Uchuraccay, Huanta, sin saber que sería un viaje sin retorno.[1]

Era el año 1981 en Perú, la lucha armada del grupo terrorista Sendero Luminoso había comenzado. Los senderistas empezaron sus misiones de adoctrinamiento usando a su favor la gran tasa de analfabetismo en el país ( 27% en hombres y 73% en mujeres a nivel nacional). La misión de este grupo terrorista era establecer el comunismo en Perú a través de la única forma que encontraban “razonable”: el asesinato. A mediados de ese mismo año, llegaron a Uchuraccay algunas personas desconocidas que se presentaron ante los pobladores como “negociantes” o personas “buscando trabajo”. Los forasteros visitaron la escuela y las casas de algunas familias, buscando intercambiar productos por chuño y ocas. Uno de estos negociantes comenzó a visitar la comunidad de manera constante. Este hombre se presentó como «Martín» y dijo ser natural de Macachacra; se hizo conocido en la comunidad mediante la entrega de sus productos. Al cabo de un tiempo, «Martín» y sus amigos lograron entablar amistad con algunas familias, ganándose su apoyo y haciéndose compadres «por levantar del suelo a los recién nacidos con varios pobladores». De ese modo, logró convencer a algunos a unirse a la «guerra popular», realizando reuniones en la escuela de la comunidad. Otros comuneros empezaron a sospechar de la verdadera identidad de aquel que conocían como Martín.[2]

El Partido Comunista Peruano Sendero Luminoso (PCP SL) se estableció de esa manera en Uchuraccay. Bajo el mando de «Martín», y contando con el apoyo de la profesora del pueblo y algunos pobladores. En mayo de 1982, los miembros del PCP SL podrían haber logrado el apoyo de alrededor de quince pobladores. Sin embargo, Sendero Luminoso no logró establecerse del todo en Uchuraccay ni imponerse sobre la estructura tradicional de poder. Las tensiones afloraron conforme los senderistas aumentaron la presión sobre los pobladores, conminándolos a participar de sus acciones, sobre todo a los más jóvenes. De igual modo, buscaron adoctrinar y organizar a las mujeres del pueblo a través de la formación de una Escuela de Mujeres.[3]

Poco después, la población logró capturar a «Martín» y otros cinco jóvenes miembros del PCP SL, entre ellos una mujer. Los jóvenes lloraron pidiendo perdón y rogando que se los deje ir. «Martín» fue el único que no quiso hacerlo. Las autoridades habían decidido asesinarlos; sin embargo, la comunidad se opuso y al final se decidió perdonarlos y dejarlos ir, advirtiéndoles que no vuelvan nunca más. Al cabo de unos días, durante la realización de la fiesta de la Virgen del Rosario, el PCP Sendero Luminoso colocó una bandera roja en uno de los cerros, la cual fue arrancada y quemada por el presidente de la comunidad, Alejandro Huamán. Estas primeras acciones de rechazo frontal de la comunidad frente a la presencia senderista fueron pacíficas. No obstante, la situación cambió radicalmente cuando entre fines de noviembre e inicios de diciembre de 1982, Sendero Luminoso asesinó a Alejandro Huamán, presidente de la comunidad, así también como al comunero Venancio Auccatoma. Bajo el mando de sus autoridades tradicionales como los presidentes de comunidad, varayocs y tenientes gobernadores, las comunidades se organizaron para enfrentar violentamente a los miembros del PCP SL, reuniéndose en el local comunal de Uchuraccay. Esto conllevó a que el 21 de enero de 1983 los habitantes de Uchuraccay capturaran y asesinaran a cinco miembros de Sendero Luminoso.[4]

La noticia de las rebeliones en contra de los terroristas de Sendero Luminoso en las alturas peruanas llegó a Lima, la capital. Así fue como un grupo de ocho periodistas de medios limeños y ayacuchanos decidieron viajar hasta Huaychao (Uchuraccay), motivados por su incredulidad ante las informaciones oficiales, con el ansia de descubrir la verdad de los hechos. Ellos eran los periodistas Eduardo de la Piniella, Pedro Sánchez y Félix Gavilán de El Diario de Marka, Jorge Luis Mendívil y Willy Retto de El Observador, Jorge Sedano de La República y Amador García de la revista Oiga. Al amanecer del 26 de enero, el taxista Salvador Luna —a quien habían contratado la tarde anterior— pasó a recogerlos de su hospedaje en el Hostal Santa Rosa. Media hora después, luego de recoger a Octavio Infante, director del diario ayacuchano Noticias, el vehículo hizo una breve parada donde los viajeros compraron algunas provisiones. A las 6:30 de la mañana, aproximadamente, luego de cruzar sin dificultades el control de La Magdalena, los periodistas dejaron atrás la ciudad de Ayacucho sin imaginar que jamás retornarían.[5]

Alrededor de las 8:30 de la mañana, dos horas después de partir de Ayacucho, los periodistas llegaron a Yanaorco, luego de realizar una breve parada en Paclla donde desayunaron y tomaron algunas fotografías. De acuerdo con lo previsto, los periodistas le solicitaron al taxista que los dejara un poco más allá de la laguna de Tocto, en un punto de la carretera de Huanta a Tambo en que una trocha usada por los campesinos de la zona comenzaba su ascenso hacia las montañas. Esto les permitía llegar más rápido a sus comunidades sin tener que llegar hasta Tambo. El grupo continuó el viaje a pie siguiendo ese atajo, guiado por Octavio Infante García, quien conocía esa ruta y tenía familiares en Chacabamba. Al llegar a esa localidad, después de una caminata de dos horas que resultó sumamente fatigosa para algunos, fueron atendidos por los familiares de Octavio. Los periodistas después de compartir una comida con ellos les contaron sus intenciones de llegar a Uchuraccay, y la familia Argumedo se negó a dejar que Juan Argumedo García los acompañara como guía por temor a las matanzas de las que habían escuchado. A pesar de estos temores, Juan Argumedo se ofreció a acompañarlos hacia cierto punto. Unos minutos después, siendo aproximadamente las 11:30 de la mañana, los periodistas retomaron el viaje guiados por Juan Argumedo, quien prestó una mula y un caballo en el que cargaron los maletines y cámaras fotográficas.[6]

Uchuraccay apareció ante la vista de los exhaustos periodistas. Por fin habían de llegar a su destino para sacar la información necesaria y regresar a casa. Mientras descendían, empezaron a escuchar gritos de alarma por todo el pueblo: «Los terroristas están viniendo», «Los terroristas están viniendo». Rápidamente salieron de sus casas las autoridades locales para rodear al grupo de foráneos, se les sumaron otros comuneros que portaban sus propios instrumentos de trabajo: palos, hachas, piedras y lazos. Otro grupo de campesinos fueron detrás de Juan Argumedo, quien solo los había guiado hasta ese tramo y había emprendido el camino de vuelta a su hogar.[7]

Los periodistas intentaron explicar, aún calmados, que no eran terroristas. Esta palabra era nueva para pobladores, pues la habían escuchado sólo poco tiempo antes de boca de los policías. Estos les habían dicho que ellos vendrían siempre en helicóptero y uniformados, mientras que los extraños que vendrían por tierra eran los terroristas a quienes debían matar.

El diálogo fue imposible. Los periodistas buscaron la mediación de un joven de la comunidad, quien vestía ropa de ciudad y hablaba castellano, para que les hiciera comprender a los comuneros el motivo de su visita. Sin embargo, no fue posible. Al joven, quien intentó mediar en el diálogo, una de las autoridades lo sacó a golpes acusándolo de apoyar a los forasteros. Frente a esa incapacidad de diálogo, los periodistas sugirieron a las autoridades los entregaran a la policía de Tambo. Sin embargo, cuando parecía haberse llegado a ese acuerdo, el secretario de la comunidad ordenó matarlos convencido de haber capturado a terroristas. La matanza fue cruel y no duró más que treinta minutos.[8]

Habrían participado en la matanza unas cuarenta personas, entre varones y mujeres, jóvenes y adultos, muchos de ellos bajo la presión de las autoridades. A quienes no lo hicieron, los buscaron casa por casa para que explicaran las razones de su ausencia. Por ejemplo, a uno de ellos lo acusaron de seguir colaborando con Sendero Luminoso, y casi lo matan. Otro, que se encontraba enfermo, tuvo que pagar su ausencia con alcohol. Sería esa la bebida que tomarían luego para enterrar los cadáveres y vigilar esa noche frente a cualquier eventualidad de ataque senderista.[9]

Los familiares de los periodistas, asimismo que el resto del país, no se enteraron del terrible destino que sus familiares y compatriotas tuvieron sino hasta el domingo 30 de enero. Ese día la policía nacional, periodistas y eclesiásticos, así como familiares de los fallecidos, llegaron a Uchuraccay para desenterrar a sus seres queridos y llevarlos de vuelta a la capital, donde les dieron santa sepultura.

Esta historia es una de cientos, que refleja el terror que el partido comunista Sendero Luminoso causó en el Perú. Esta historia queda como un recuerdo colectivo de las atrocidades que no se deben repetir, y que hoy más que nunca debemos luchar en contra. A día de hoy el dolor sigue tangible en la memoria de los habitantes de las zonas afectadas por Sendero Luminoso, y miles de peruanos viven aún con la esperanza de que sus familiares vuelvan a casa.

*Sobre el autor: StMU 2023 student with an International and Global Studies, and Economics majors, and a Business Administration minor.

Imagen obtenida de https://bit.ly/3gloGkp


Referencias 

[1] Salomón Lerner Febres et al., Comisión de la Verdad y Reconciliación: Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Volumen V, capítulo 2.4: El caso Uchuraccay (Lima, Perú 2003).

[2] Salomón Lerner Febres et al., Comisión de la Verdad y Reconciliación: Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Volumen V, capítulo 2.4: El caso Uchuraccay (Lima, Perú 2003), 123.

[3] Carlos Iván Degregori, El Surgimiento de Sendero Luminoso (Lima, Perú: IEP, 2014), 84.

[4] Salomón Lerner Febres et al., Comisión de la Verdad y Reconciliación: Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Volumen V, capítulo 2.4: El caso Uchuraccay (Lima, Perú 2003), 128.

[5] Salomón Lerner Febres et al., Comisión de la Verdad y Reconciliación: Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Volumen V, capítulo 2.4: El caso Uchuraccay (Lima, Perú 2003), 132.

[6] Salomón Lerner Febres et al., Comisión de la Verdad y Reconciliación: Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Volumen V, capítulo 2.4: El caso Uchuraccay (Lima, Perú 2003), 133

[7] Salomón Lerner Febres et al., Comisión de la Verdad y Reconciliación: Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Volumen V, capítulo 2.4: El caso Uchuraccay (Lima, Perú 2003), 133.

[8] Salomón Lerner Febres et al., Comisión de la Verdad y Reconciliación: Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Volumen V, capítulo 2.4: El caso Uchuraccay (Lima, Perú 2003), 134

[9] Salomón Lerner Febres et al., Comisión de la Verdad y Reconciliación: Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Volumen V, capítulo 2.4: El caso Uchuraccay (Lima, Perú 2003), 135.

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