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La danza del «doctorcito» y la visión del abogado en la tradición andina | Carlos Loayza Ormachea

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Escrito por Carlos Loayza Ormachea (*) (**)

“«Yo no creo -dijo Morales- que el doctor Montenegro permita que gane otro caballo». Don Herón se ahogaba. «¿Qué cosa? -repitió-. ¿Quiere desairar públicamente al juez? ¿Está usted cansado de su libertad? (…) ¡Al primero que se retire, lo seco en la cárcel!”

Manuel Scorza – Redoble por Rancas

1. Introducción

La tradición andina ha tenido, históricamente, múltiples maneras de mostrar su identidad histórica y cultural. Expresiones culturales como la literatura, la música y la tradición oral han permitido a los andinos mostrar parte de su identidad y hacerla perdurar con el tiempo. Una de estas maneras también ha sido la danza, la que ha sido capaz de expresar creencias populares, acontecimientos culturales o, incluso, jerarquías sociales a través de un elaborado lenguaje de símbolos (Ráez, 1993, p. 270). Es así que en la danza se ven demostradas la identidad e ideología de una comunidad, hasta el punto en el que sirve como un mecanismo para reafirmar su propia identidad y reconstruirla periódicamente (Cánepa, 1994, p. 257).

Una de las tantas danzas nacidas en la zona andina de Latinoamérica -así como una de las más conocidas- es la llamada “Siqlla”, también llamada “Wayra”[1]  o, más comúnmente, “Doctorcitos”, danza bailada en gran parte de las fiestas tradicionales de la zona sur del país y de Bolivia. En el presente artículo se desarrollará la historia y nacimiento de la danza, su actualidad y su relación con la representación que se hace del abogado en el mundo andino.

2. Historia y nacimiento de la danza

El origen de esta danza no ha sido esclarecido en su totalidad. Algunas fuentes indican que su origen histórico está en Bolivia, más específicamente en el poblado de Uncía, al norte de la famosa mina de Potosí; mientras que otras fuentes sitúan su origen en el poblado de San Salvador, en la ciudad de Cusco, en Perú. Al respecto de la primera teoría, la tradición cuenta que es una ridiculización hecha a la burguesía capitalina, en especial a los abogados y a las autoridades políticas, siempre a través de un tono burlesco, jocoso y de protesta contra el abuso de estos personajes. Por otro lado, diversas fuentes indican que el origen de esta danza está en las zonas altas de la provincia de Calca, en específico en el distrito de San Salvador. La historia mantiene razones similares que la teoría de la tradición boliviana: los pobladores de la zona, cansados de los maltratos e injusticias de los abogados, deciden hacer una danza para burlarse de ellos y, de paso, protestar contra la corrupción de los operadores de justicia.

Esta es, en resumidas cuentas, una danza de origen republicano basada en la sátira y en la jocosidad que representa la realidad del sistema de justicia en gran parte de las comunidades del sur andino del país: corrupción, desprecio y abuso hacia el indio (Costumbres, s.f.).

3. Atuendo, personajes y dinámica de la danza

Así como sus orígenes han variado, también las representaciones de esta danza han sido muy diversas, especialmente en cuanto a atuendo y coreografía se refiere.

En primer lugar, acerca del atuendo, lo más resaltante es la máscara, pues demuestra la fisionomía de un viejo aristócrata: narigón[2], con arrugas, blancón y, por lo general, con la barba y el cabello llenos de canas. También en la cabeza resalta el sombrero de copa alta, símbolo de poder y elegancia. Acerca del cuerpo, hay diversas versiones. Algunas de ellas utilizan un terno completo con arreglos mínimos, simbolizando así a un abogado común y corriente. Otras versiones, en cambio, ironizan más en ese punto y utilizan sacos grandes sumamente adornados con bordados usualmente de color dorado, simbolizando así el deseo de aparentar del abogado de la época.

Asimismo, los doctorcitos o sikllas utilizan algunos elementos adicionales que ironizan más aún el personaje. En la mano derecha llevan un libro, que usualmente es un Código Penal o algún libro viejo, el que golpean como parte de la coreografía con un látigo o con una vara, dependiendo de la versión. Por otro lado, en el pecho llevan una solapa en forma de tarjeta en la que se suelen poner frases o situaciones burlescas relacionadas con prejuicios existentes sobre el abogado o el juez -por ejemplo, “Dr. Calígula, especialista en fraudes y robos, dirección: sótano del palacio de justicia” o “Penalista (que da pena)” (PUCP, 2011).

En segundo lugar, no son solo los doctorcitos los personajes de esta danza. También están el caporal (quien dirige y dicta los tempos de la coreografía), el alcalde (la autoridad máxima del poblado y quien funge casi como un ‘sobón’ del doctorcito (Murguía, 2021, p. 122)), el gendarme (no siempre presente, pero que simboliza al policía como garante de la ley) y los maqt’as (o campesinos, quienes son juzgados durante la coreografía).

En tercer lugar, es la coreografía lo más importante a ser analizado de esta expresión cultural. En ella, a un inicio, se ve a los doctorcitos haciendo su ingreso al son de la música mientras chocan el Código Penal que llevan en la mano derecha con el látigo o bastón de la izquierda, haciendo referencia a la relación entre la ley escrita y el castigo físico, relación muy marcada aún en algunas zonas altoandinas. Posteriormente, en la parte principal de la comparsa, los Wayras escenifican una especie de juicio en el que se limitan a leer las injurias, mentiras y falsas imputaciones que tienen contra los maqt’as; y, luego de la breve lectura, a sentenciarlos de inmediato no sin antes obligarlos a aceptar todas las acusaciones (Murguía, 2021, p. 123). La escenificación se realiza siempre en tono burlesco, con los maqt’as constantemente burlándose de los doctorcitos y del alcalde, a quienes hacen bromas y jugarretas a través del propio público. Finalmente, la comparsa se retira con el mismo paso del ingreso y con las mismas burlas dirigidas a los doctorcitos.

4. Representación del abogado en el mundo andino y su relación con el “Doctorcito”

Como se ha mostrado de la representación del doctorcito, esta demuestra cómo es visto el operador jurídico dentro de la cosmovisión andina. Al respecto, poco después de la popularización de esta danza, José María Arguedas comentaba acerca de ella:

Los Siqllas son la ridiculización más aguda y vengativa de la “justicia” española y republicana. Es el baile de los jueces, de los ajusticiadores. Indios vestidos con traje y levita, tongo y chistera, y armados con voluminosos pergaminos o libros antiguos y de sendos fuertes o látigos de cuero y todo viejo y raído. (…) El Juez Mayor le pone el libro sobre la cabeza, hace como que hojea el código y señala con el dedo entre las líneas y canta con voz tronante, severa y gruesa: Kunanmi yachanqui, siqlla; ahora has de ver, siqlla; Dios castigunta, siqlla; el castigo de Dios, siqlla; Kunanmi yachanqui, siqlla; ahora has[3] de ver, siqlla; Jhatun juchaykita, siqlla; tu enorme delito, siqlla (citado en PUCP, 2011).

Arguedas describe la danza y la considera no solo como una ridiculización, sino como la muestra de una realidad que aún se mantiene en los andes peruanos. El “doctor” -ser que se auto percibe como omnipotente- abusa de su poder y desprecia al campesino, hasta el punto de imputarle falsos crímenes solo por diversión. Este personaje es infranqueable, pues tiene al policía y al alcalde de su lado para protegerlo, además del “poder” de la ley a su lado, por lo que el campesino no puede levantarse contra él. Es por ello que, como forma de catarsis, surge una danza que se burla de ellos y de sus acciones. En ese sentido, la danza se convierte en un discurso que sirve como un espejo de la realidad que pretende mostrar una visión global y certera de todo cuanto esté a su alcance (Murguía, 2011, p. 123).

La danza, así como la realidad, también ha mutado. Ya no solo son hombres quienes participan de la danza, sino también las mujeres, quienes después de un periodo de prejuicios machistas han entrado a formar parte del aparato de justicia y, cómo no, del aparato de corrupción. La comunidad ya no percibe solo al hombre como operador jurídico -como era en el pasado- sino que ahora también la mujer está en esa posición, lo cual demuestra un avance en la lucha por la igualdad de género en la profesión, en especial en las comunidades andinas.

Aún así, lo que no se muestra como un avance es la lejanía aún existente entre nuestro sistema de justicia y las comunidades más alejadas del país. Si bien la existencia de mecanismos comunales de solución de conflictos y su reconocimiento constitucional han sido útiles, aún el sistema estatal se mantiene alejado debido a razones de distinta índole; como, por ejemplo, temas de gasto, trámites burocráticos excesivos, el bajo entendimiento de las costumbres locales y, cómo no, el alto nivel de corrupción en algunas esferas judiciales (Priori, 2019, p. 85). Luchar contra la existencia de estas condiciones es imperativo para la construcción de una mejor percepción del abogado en el país.

5. Conclusiones

En conclusión, podemos indicar que la danza de los Doctorcitos, también llamada Siqlla o Wayras, es una danza predominantemente andina que manifiesta a través de una manifestación cultural la realidad del sistema de justicia y la visión que se tiene del abogado en estas zonas del país. El operador jurídico es ridiculizado en la danza y es mostrado como corrupto, osado y excesivamente apegado a la norma.

Hace falta, en ese sentido, reforzar la presencia del sistema jurídico en las zonas altoandinas de nuestro país, siempre con respeto a los mecanismos comunitarios de solución de conflictos y sus particularidades. Sobre todo, para que al abogado no se le siga viendo como “el malo de la danza”.


(*) Sobre el autor: Asociado de IUS ET VERITAS y miembro del Equipo Editorial de la revista del mismo nombre. Estudiante de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Asistente de Docencia en la misma casa de estudios. Practicante preprofesional en la Superintendencia Nacional de Salud (Susalud). Asociado de Perspectiva Constitucional. Correo electrónico: cloayzao@pucp.edu.pe.

(**) Dedicado al profesor Manuel Ráez Retamozo (q.e.p.d.), quien me enseñó a querer y valorar más a mi tierra y sus costumbres.


Bibliografía:

Cánepa, G. (1994). Danza, identidad y modernidad en los Andes. Las danzas en la fiesta de la Virgen del Carmen en Paucartambo. Anthropologica, (11), 255-282.

Costumbres (s.f.). Danza Siqlla. https://www.costumbres.org/danza-siqlla-wayras-doctorcitos.

El arte en la Educación (2017). La máscara en la danza peruana. https://pablogui.blogspot.com/2017/04/la-mascara-en-la-danza-peruana.html?m=1.

Murguía, L.E. (2021). Representación de la corrupción en la cultura popular: los casos de la danza Siqlla, la danza K’anchis y de los “Doctorcitos”. Desafíos, 12 (2), 119-126.

Priori, G. (2019). El proceso y la tutela de los derechos. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

PUCP (2011). Siqlla o Wayra: “Los doctorcitos”. http://textos.pucp.edu.pe/pdf/1330.pdf.

Ráez, M. (1993). Los ciclos ceremoniales y la percepción del tiempo festivo en el valle del Colca (Arequipa). En R. Romero (Ed.), Música, danzas y máscaras en los Andes (pp. 253-297). Pontificia Universidad Católica del Perú.

Referencias:

[1] Palabra quechua que significa ‘pequeño doctor’ en español.

[2] Normalmente, la representación de un personaje como narigón hace referencia a su origen foráneo. Al respecto, véase El arte en la educación (2017)

[3] En las letras presentadas por Arguedas se dice primero la frase en quechua y luego se hace su traducción al español. Entendemos que ello se daba por la convivencia de ambos idiomas en la zona durante la época.

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