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Por la democracia, contra la democracia: defensa de último minuto de la reelección congresal

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Escrito por Gonzalo Palao[1]

Este domingo 9 de diciembre, la ciudadanía se vuelca a las urnas en una nueva cita democrática para forjar el destino de nuestro país. En esta oportunidad se trata del referéndum convocado por el Poder Ejecutivo para modificar el ordenamiento constitucional. Las reformas constitucionales planteadas por el Ejecutivo y alteradas por el Congreso son más que conocidas. En las últimas semanas, todos los medios de comunicación han llevado a cabo una campaña informativa por la que han desfilado políticos, analistas y más de un opinólogo. Y debo ser sincero, el sabor que me ha dejado es amargo. Debates estériles cuyo destino último es el olvido. Artículos donde es patente el desconocimiento profundo de la materia. Opiniones marcadas por la falta de juicio crítico y, que a lo mucho, son un eco de la postura expresada indebidamente por el presidente -cuya imparcialidad ante procesos electorales es obligatoria-. Esto ha sido aliciente para que se instale en la conciencia de la población una respuesta casi automática a las cuestiones presentadas en la balota de preguntas, nos referimos al “SÍ, SÍ, SÍ, NO”. Con ocasión de este artículo me centraré en la tercera pregunta relativa a la prohibición de la reelección congresal y expondré algunas advertencias fundamentales que me llevan indudablemente a marcar el NO.

La reelección congresal es un asunto complejo cuyos alcances no se presentan a simple vista. Pese a ello, más del 60% de la población tiene claro que votará para que se prohíba. Conjeturo que el porqué de esta respuesta se aleja de la pereza mental y la inusitada confianza en el criterio del presidente Vizcarra, y se acerca al inmenso rechazo que sienten los ciudadanos por los congresistas. Sin embargo, estimo que, en este afán de purgar a nuestro régimen político de personas no aptas, vamos a debilitar aún más a los ciudadanos, propinándole un duro golpe al sistema democrático.

La democracia en el Perú se caracteriza por contar con un sistema representativo, que coexiste con ciertos arreglos participativos. En efecto, los ciudadanos tenemos diversas formas de intervenir en el gobierno de los asuntos públicos. Uno de los principales mecanismos de participación política es el voto. Desde una concepción schumpeteriana, el voto permite que la ciudadanía pueda designar a los representantes que se harán cargo del gobierno. Pero no solo eso, sino que el carácter repetitivo del voto, y del evento electoral, permite que la ciudadanía pueda remover a los representantes de su puesto una vez finalizado el periodo electoral. Es la elección por periodos lo que permite a los ciudadanos cambiar, mediante el voto, a los gobernantes si consideran que su actuación en el gobierno ha sido decepcionante.

A partir de ello, dice Manin (1997) en “The principles of the representative government”, que el voto tiene una doble función, una prospectiva y una retrospectiva. La función prospectiva consiste en que, al momento de votar, el ciudadano realizará un análisis del programa del candidato, evaluará sus propuestas y otorgará su voto con la esperanza de que se ejecuten las políticas ofrecidas. Como sabemos, nuestro sistema representativo no da cabida a los “mandatos imperativos”. Por lo que, esta función no tiene un peso real, en tanto que al candidato vencedor no se le impone la obligación de cumplir con sus promesas.

Por otro lado, el voto tiene una dimensión retrospectiva. Esta versa en la evaluación que realiza el ciudadano del desempeño que ha tenido el candidato en el cargo ejercido. Así, realizando un análisis de las decisiones y actuaciones efectivas del candidato, los ciudadanos pueden refrendar dichos actos reeligiendo al representante, o desaprobar su desempeño negándole su voto. Esta es una forma concreta y directa que tiene el electorado de controlar e intervenir en la actuación de la élite política.

En tal orden de ideas, la función retrospectiva tiene tres presupuestos. El primero, es que los actores políticos tienen un interés en el poder y se mueven por la necesidad de sobrevivir en política. Entonces perseguir la reelección es una inclinación natural que siente todo político. El segundo, es que el incentivo a ser reelegido lleva al congresista a velar u observar los deseos del electorado, dado que un paso en falso puede generar el rechazo inmediato de la ciudadanía. De modo que, la opinión de los ciudadanos se vuelve una variable a tener presente cuando esté tomando una decisión. El tercero, es que exista la posibilidad de ser reelecto. Sin ella, los congresistas tendrían una independencia absoluta para actuar según sus propios intereses o el de su partido, desatendiendo el sentir de la ciudadanía.

Si optamos por prohibir la reelección de los congresistas, el voto perdería su función retrospectiva que le permite al ciudadano incidir en la política. Nuestra cultura política es frágil, nuestras instituciones son ineficientes, los partidos políticos no garantizan la representación, y el sistema político en general ha alienado durante años a la ciudadanía. Como resultado, tenemos a una ciudadanía pasiva y reducida a ser mera espectadora de los avatares de la política. Poco a poco, venimos saliendo del letargo al que nos tenían sometidos a través de la movilización social y el activismo político. Pero, a pocas horas del referéndum parece que vamos en una vía directo al autosabotaje, eliminando una de las contadas facultades que tenemos los ciudadanos de orientar la política pública, y pedimos apretar el acelerador.

El Perú de hoy no cuenta con los políticos que todos deseamos: personas preparadas, honradas y con voluntad de actuar en beneficio de todos los peruanos. Eliminar la reelección de congresistas no parece bajo ningún criterio avanzar en esa dirección. Por el contrario, diría que promueve la aparición de candidatos improvisados, ya que se está desincentivando la formación de políticos profesionales que puedan forjarse una carrera en la función legislativa. Y no sólo eso, sino que estaríamos esperando que nuestro paupérrimo sistema de partidos logre producir candidatos competentes de forma masiva para cada elección. Díganme ustedes que calidad de políticos saldrán de este perverso experimento. Algún motivo debe haber para que sólo un país (Costa Rica) en todo el continente americano prohíba la reelección congresal.

Por más empeño que le ponga, no logro descifrar los motivos que llevaron al presidente Vizcarra a proponer esta reforma. Sólo se me viene a la mente que busca debilitar al Congreso. Espero equivocarme, porque lo único que conseguirá de aprobarse es debilitar nuestra democracia. Y que no quede dudas, prohibir la reelección, antes que sanear la política, será un acto de autosabotaje por el que nosotros mismos restringiremos alegremente la poca agencia que nos queda.


[1]Bachiller en Derecho por la PUCP. Investigador asociado del CEFT-PUCP. Investigador asociado de PAQTAY-PUCP. Contacto: gonzalo.palao@pucp.edu.pe. Adjunto de docencia del curso «Sociología y Derecho» de la Facultad de Derecho – PUCP. Este artículo está inspirado en puntos desarrollados para mi Tesis de Licenciatura.

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