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El terremoto de Pisco y la cultura de prevención

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Transcurridos 8 años del terremoto del 15 de agosto de 2015 que tuvo su epicentro cerca de la provincia de Pisco, con un efecto destructivo de 7.9 u 8.0 grados en la escala de magnitud de momento abarcando además las provincias de Chincha, Ica, Cañete, Yauyos, Castrovirreyna y Huaytará, cabe recordar una frase que los organismos humanitarios como la Cruz Roja y Naciones Unidas difunden:

El terremoto es un fenómeno natural, pero su efecto, que se materializa en desastre, es humano. El desastre es humano porque siempre tiene sus causas en actos humanos.

Cabe distinguir entonces entre terremoto y desastre. Son dos conceptos relacionados pero con contenidos diferentes. El terremoto es un hecho de la naturaleza y es inevitable que ocurra en territorios ubicados en una región geográfica de riesgo, como es Pisco, Lima, Arequipa y gran parte de la costa peruana rodeadas por la placa de Nazca. No existe a la fecha alguna forma de conocimiento o tecnología que limite o controle los terremotos o que, al menos, nos indique en qué momento ocurrirá. En consecuencia, en regiones geográficas de riesgo es fundamental que vivamos y durmamos bajo la idea del terremoto, con una alarma consciente de la amenaza de su inicio y efecto.

El desastre, de otro lado, se vincula a nuestra condición y situación de ciudadanos conocedores del peligro que habitamos esa región geográfica de riesgo. Esta condición de ciudadanos es la que hace posible que la alarma de amenaza del terremoto se torne en una cultura de prevención. A través de esta cultura preventiva es que se consigue el único medio de hacer frente al efecto destructivo del terremoto identificado como desastre. Este desastre no existirá o disminuirá proporcionalmente conforme al esfuerzo que apliquemos conscientemente en el desarrollo de la cultura de prevención en nuestra vida diaria.

Pero, ¿Qué significa la cultura de prevención?

En términos sencillos la cultura de prevención es el conjunto de actos o actitudes de personas y autoridades que conscientemente elaboran o adoptan medidas que conducen a evitar daños personales y materiales ante un fenómeno natural inesperado como el terremoto. En términos generales la cultura de prevención es un derecho y obligación a la vez. Es un derecho en tanto todo ciudadano tiene la facultad de acceder y desarrollar dicha cultura en su vida diaria. Es una obligación en tanto todo ciudadano, y en particular quienes desempeñan un cargo público, están requeridos a brindar facilidades a otros para que desarrollen dicha cultura y planifiquen medidas públicas orientadas a fortalecerla.

Recordando el terremoto del 15 de agosto de 2007, cabe mencionar que lo que justo faltó fue una cultura de prevención. Luego de un terremoto previo que correspondió al año 1974, habían transcurrido 33 años pero los ciudadanos en general y las autoridades en particular no estuvieron preparados para enfrentar el efecto del nuevo fenómeno natural. No existió alguna forma de gestión coordinada de las autoridades locales, regionales ni nacionales, como tampoco existió una constante preocupación en la población. La mayoría de ciudadanos no fueron conscientes de la obligación de construir sus viviendas con una mínima recomendación de ingeniería civil de estructuras, de renovar sus viviendas de adobe por otras con mallas reforzadas, o de prever la identificación de lugares seguros al momento del terremoto. Pero tampoco las autoridades locales ni regionales contaban con un plan o programa de gestión de riesgo de desastre. No existía una organización mínima de la población para cuidarse mutuamente durante e inmediatamente después del terremoto.

Han transcurrido 8 años del terremoto de Pisco y aún cabe preguntar si es que la población de Pisco y la de las otras provincias afectadas ha internalizado una cultura de prevención y si sus autoridades tienen un plan de gestión de riesgo de desastre. Si trasladamos el mismo diagnóstico a la población y a las autoridades de Lima, tendremos una semejante respuesta: es probable que no.

 

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